Es la primera apuesta de una pequeña localidad rionegrina para revalorizar la gastronomía tradicional de la región y generar una nueva mirada sobre el turismo.

En el 2020 la necesidad aguzó la imaginación. El colapso sanitario mundial afectó la economía de millones de personas, especialmente de quienes sostienen sus hogares desde la autogestión.

En Chimpay, una pequeña comunidad de 10 mil habitantes en el valle medio rionegrino, Patagonia Argentina, cuya  principal economía se basa en la producción frutihortícola, comenzaron a desarrollar un producto que busca que los ojos de toda la provincia se posen con una mirada renovada sobre el lugar.

Chimpay Cocina, en su primera edición, se desarrolló los días 13, 14 y 15 de agosto. Participaron cocineros, cocineras, chefs invitados, productores y periodistas. Emulando la dinámica del Encuentro Bioceanico Hispano Latino  de Gastronomía (ENBHIGA), se reunieron en equipos de trabajo y durante meses planificaron las muestras. Usaron los mejores productores de la zona para crear platos originales y mostrar que lo más básico y tradicional de la comida argentina, puede tener un toque de distinción y originalidad en los sabores.

 

Fueron tres presentaciones: la cena de bienvenida y apertura de las jornadas; el almuerzo a la vera del río negro y la merienda/cierre en el Parque Ceferino Namuncurá.

La organización contó con el esfuerzo y colaboración de personas que llegaron desde la diferentes localidades que tiene el Valle Medio: Lina Moana de Luis Beltrá, cocinera y productora; Luis Maldonado  y Nestor “Yuyo” Aguilera chefs de Choele Choel;  Juan José Carranza chef y coordinador de la Carrera de Gastronomía; Gisella Acatino, coordinadora de la Carrera de Turismo: Milka Iglesias, pastelera; entre otros.

Chimpay  y la crisis que ayudó a darle valor a lo propio

Una de las características unificadoras en la historia de vida de los  hombres y las mujeres que hicieron posible Chimpay Cocina, tiene que ver precisamente con la crisis económica que sufrieron en el 2020. La  cocina se convirtió en el recurso de supervivencia.

Adriana Bravo

Pasar de trabajar de manera individual, solo con emprendimientos gastronómicos familiares, a crear una marca, se convirtió en una instancia superadora, que ya están repensando para repetirla en el 2022.

Adriana Bravo es pastelera y profesora en diseño de tortas. Su fuerte durante años era trabajar para fiestas. El confinamiento obligatorio y la suspensión de todos los eventos masivos hicieron que su trabajo mermara de manera considerable, entonces ideó un Dulces Placeres, un servicio de té a domicilio. “Cuando me cancelaron todos los pedidos grandes, pensé que podía crear algo nuevo, que sirviera para seguir agasajando a la quinceañera o la persona que cumpliera años, aun cuando no fuera un fiesta.”

Noralí Huinca, se volcó a cocinar también para afuera en el año de la pandemia. “comencé a preparando comidas saladas para luego darme cuenta de que lo que en realidad me gusta es hacer es la pastelería”, a las tortas y masas dulces, a los servicios de desayuno para fechas especiales  le sumó la fabricación de alfajores artesanales: tradicionales pero también con masa de nuez y dulce de leche; cacao y crema de maní; santafesinos,  entre otros. “Todo lo que sé, todo lo que aprendí fue a base de prueba y error”.

O el caso de Angelina San Martín que  vivió una experiencia similar y desde el 2020 se dedica a vender pizzas de diferentes variedades listas para ser horneadas y desde la cocina, el amor que antes prodigaba a sus hijos en la intimidad, ahora se expande a toda la comunidad.

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La educación que busca el arraigo y el valor de lo propio  

Chimpay Cocina sirvió además como experiencia para quienes recién se inician en la cursada de dos carreras que desde este año hay en la región: la Tecnicatura Superior en Gastronomía y la Tecnicatura Superior en Turismo, que ofrece el Centro de Especialización en Asuntos Económicos Regionales (CEAER). Como estudiantes, ellos tuvieron la posibilidad de colaborar en las intervenciones gastronómicas que realizaron chefs, cocineros y cocineras; así como brindar un paseo guiado por el Parque Ceferino, epicentro de todo evento turístico y religioso de la localidad.

Diana Ocares, futura Técnica en Turismo nos muestra la Capilla de Ceferino Namuncurá.

Diana Ocares fue la encargada de acompañar a Cuatro Caminos. Ella nos contó que llegó a Chimpay para trabajar en la cosecha de Cerezas, pero luego su vida dio un vuelco y ahora estudia Turismo para darle valor no sólo a su vida, sino también al lugar que la cobijó.

Chimpay y el relato religioso

Ceferino Namuncurá era un adolescente descendiente de mapuches que fue llevado  a Europa por parte de clérigos para darle una educación católica. Joven y lejos de sus raíces murió de tuberculosis. Sus restos fueron repartidos en diferentes localidades de la Patagonia. En Chimpay reposa en un altar un vertebra.

Sobre su vida de sacrificio a la fe religiosa y sus hazañas post mortem, Chimpay, localidad que lo vio nacer construyó el pilar de su turismo. Cada año, los 26 de agostos,  en épocas sin pandemia, llegaban miles de argentinos para participar de las procesiones, misas y homenajes. Las concentraciones se realizaban siempre en el Parque que lleva el nombre del joven mapuche.

Aunque en el Parque existen cientos de relatos que evidencian la ayuda espiritual y milagrosa que Ceferino brindó después de muerto, la Iglesia Católica aún lo considera un beato, varios escalones más abajo que un santo.

El turismo religioso  ha sido – y sigue siendo en forma menos masiva- el pilar sobre el que se sustenta la llegada de visitantes.

Desde el gobierno municipal, plantean continuar con la misma línea. “Todo el año llegan personas para cumplir alguna promesa al beato Ceferino Namuncurá que ya es el santo de la gente” (…) Detrás de esto tenemos un proyecto renovador, que si Dios y Ceferino nos ayudan, podremos logarlo y hacer que Chimpay sea el sitio de Turismo Religioso más importante del País”, afirmó Rogelio Funes, Presidente del Ente Turístico Municipal.

Quizás Chimpay Cocina, la apuesta de gente trabajadora que encontró en cocinar – ante una crisis económica pandémica mundial- una oportunidad para mostrarse y mostrarle al mundo que son capaces de ofrecer gastronomía de calidad, sirva para abrir nuevos caminos, otra mirada sobre una localidad a la que miles siempre consideraron de paso, pero que además de religión cuenta con espacios naturales conservados y sobre todo, con la calidez de su gente.